Todos hemos oído varias veces las siguientes frases: “La experiencia es la madre de la ciencia” o “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”, etc. Los que las emplean, tratan de destacar el valor de la experiencia y minimizar el de la formación teórica. Aunque, cuando les obligas a llevar sus argumentos al límite, admiten que una formación básica es imprescindible en cualquier trabajo y que, a modo de ejemplo, es impensable que sin saber leer alguien sea capaz de desempeñar tarea alguna. Con todo, la gente de mi generación, mayoritariamente, parece más entusiasta de la capacidad conseguida con la práctica que la adquirida en los centros de formación.
Otra opinión, por el contrario, mantiene que “La mejor práctica es una buena teoría”. Según los defensores de esta afirmación, cuanto más amplio sea el conocimiento adquirido durante la formación mejor será el rendimiento profesional porque el aprendizaje de cualquier tarea será mucho más rápido y eficiente y, a la larga, el rendimiento del trabajador será mucho mayor.
Aunque discrepantes en el grado de importancia de cada una, ambas opiniones coinciden en que las dos cualidades, formación y experiencia, son absolutamente necesarias para conseguir el éxito en cualquier trabajo.
Esto viene a cuento porque muchos de nosotros, durante nuestra época activa, hemos conocido a jóvenes que se han incorporado a la empresa con una formación superior a la nuestra (idiomas, universidad, etc.) pero absolutamente perdidos en todo lo que supone una relación laboral, no saben muy bien lo que se espera de ellos ni los logros que pueden alcanzar. Con el tiempo, han superado esta fase y la mayoría de los que han decidido continuar en la empresa han tenido una buena carrera profesional. Creo que estaremos de acuerdo en pensar que a todos ellos les habría ido mucho mejor si, durante esa etapa inicial, hubiesen podido contar con la colaboración y el apoyo de una persona de confianza. Ya sé que parte de esa función la hemos llevado a cabo los propios compañeros. En esto, la ejemplaridad ha sido manifiesta y los resultados saltan a la vista; en ECI, los novatos siempre han sido bien recibidos y mejor tratados.
Pero cualquier situación, por buena que sea, puede mejorarse. Al novato, por muy bien que sea tratado por la empresa y sus compañeros, no le vendría nada mal compartir sus dudas e inquietudes con alguien no vinculado a la empresa que pueda ayudarle y orientarle en esta etapa.
Por otro lado, en la Asociación de Veteranos de El Corte Inglés, contamos con personas que, habiendo finalizado su actividad laboral, pueden ofrecer su experiencia y conocimientos a quién lo solicite. El Mentor -que así se denomina esta figura- asesora de forma confidencial y altruista a su pupilo analizando situaciones, ofreciendo diagnósticos y proponiendo acciones para el mejor desarrollo profesional de su patrocinado.
Interesa añadir que no solo a los jóvenes les viene bien un apoyo externo. Hasta el empleado más experto se encuentra a veces en situaciones similares a la del novato porque nunca tuvo que enfrentarse a ellas. Por ejemplo, ante una propuesta para rescindir el contrato de trabajo sus compañeros activos no pueden ayudarle a tomar ninguna decisión porque ellos no han pasado por esa experiencia y desconocen los pros y contras del dilema. QUÉ hacer, CÓMO hacerlo, CUÁNDO y CON QUIÉN son cuestiones en las que un compañero jubilado, que ya ha pasado por esa situación anteriormente, puede prestarle un mejor apoyo. Apoyo que también puede extenderse a la nueva etapa de jubilación porque todos llegamos a ella como novatos y, en ese momento, disponer de la ayuda y el consejo de expertos siempre es de agradecer.
Si quieres poner tu experiencia y conocimientos al servicio de cualquier compañero que lo solicite, dirígete a la Asociación de Veteranos de El Corte Inglés www.aveci.es y ofrécete como Mentor. Si lo prefieres, llama al 669375610
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