Salvo que alguien mejor informado me corrija, mantengo la creencia de que, en los 42 años que he trabajado en ECI, la distribución por sexos de la plantilla era en promedio de 7-3, a favor de las mujeres; mientras que en los puestos directivos, la diferencia era de 10-0 a favor de los hombres. Y todos sabemos que esa escandalosa desproporción no se justificaba por una mayor capacidad de los hombres sino por las circunstancias socio-culturales de la época.
Unas circunstancias que, sorprendentemente, ECI no ayudó a romper, resistiéndose a mantener en el empleo a las mujeres casadas y promocionando mucho más a los hombres; creo que hasta los años 90 no hubo ningún Gerente del sexo “débil”. Sorprende esa actitud porque no se compadece con el criterio general de eficacia, modernidad e innovación que ECI practicaba en todas sus actuaciones. Y porque desde un punto de vista meramente empresarial, desaprovechar el talento de un 70 % de la plantilla, parece una insensatez.
El hecho es que, por las razones que fuesen, las mujeres estaban discriminadas en nuestra empresa y, esto era una circunstancia conocida y aceptada por todos/as. Así que no era infrecuente que mujeres muy válidas estuviesen bajo las órdenes de hombres menos capacitados que ellas.
En cualquier otro sitio, esta situación -con la mayoría de la plantilla discriminada- debería propiciar unos ambientes de trabajo enrarecidos. Sin embargo, en nuestra empresa yo no lo percibía así. Posiblemente ayudó que, a pesar de la discriminación, las mujeres en ECI estaban bien remuneradas y, aunque se les regateaban los ascensos, sí se reconocía su valiosa aportación en los éxitos de la empresa.
Pero, por lo que fuese, lo cierto es que nunca vi a ninguna compañera que diese la imagen de frustración. En alegría y buen humor ganaban claramente a los hombres. Siempre admiré su discreción y que, en vez de mirarnos con rencor o por encima del hombro, se comportaran más como nuestras madres o hermanas. Su actitud ante esas circunstancias adversas era tan ejemplar que a muchos nos hacía sentir que la virilidad no era un valor al alza.
La situación de discriminación ya existía cuando llegué a la empresa a finales de los sesenta. Obviamente, no participé en su creación; pero tampoco hice nada por cambiarla y también me beneficié de ella. Así que, aunque tarde, entono el mea culpa por ello.
Como cualquier otra irracionalidad, esa injusta situación ha ido perdiendo terreno paulatinamente. Hoy, con una mujer presidiendo el Consejo, ya debe estar a punto de propagarse la noticia que, en mi imaginación, confirmaría la tan deseada igualdad: “ En el centro tal se ha nombrado a fulanita GerentA de Caballeros”. ¿alguien sabe si esto ya se ha producido?
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